domingo, 17 de junio de 2018

La proeza de Bécquer (La primavera de GABriel - I)



La proeza de Bécquer


Era un 17 de junio como hoy. En Madrid, hace 150 años, Gustavo Adolfo Bécquer fechaba un libro manuscrito que principiaba y que con los años se ha convertido en uno de los hitos de la literatura española, de esos libros que marcan un antes y un después; y este en concreto y en muchos sentidos adquiere la categoría de proeza por varios motivos. Para empezar, cabe resaltar que ese manuscrito, con refugio desde hace decenios en la Biblioteca Nacional, bajo el título de Libro de los gorriones, contiene la Introducción sinfónica (texto esencial para entender la poética de Gustavo),  la leyenda inconclusa La mujer de piedra, y, tras cientos de páginas en blanco y cerrando el libro, sus Rimas, toda una proeza por lo mucho que significó esta colección de poemas para las generaciones posteriores de poetas españoles. Y no en vano, esos poemas constituyen sin lugar a dudas el gran atractivo de un sevillano que con dieciocho años marchó a Madrid buscando una gloria literaria que no alcanzó en vida aunque sí es cierto que adquirió cierto prestigio y renombre gracias a sus escritos en los diversos periódicos en los que colaboró, dirigiendo incluso algunos de ellos.

Pero además cabe subrayar la proeza de los esfuerzos en vida de Bécquer por publicar esos poemas aunque fuese de manera póstuma y en este sentido hasta el último momento hizo lo que estuvo en sus manos para que así fuera . Un primer manuscrito con sus Rimas cayeron en manos del entonces ministro González Bravo, quien se comprometió con Bécquer a procurar su publicación. Sin embargo, a causa de las revueltas políticas de 1868 este manuscrito se perdió. Está claro que el poeta tuvo que hacer un importante ejercicio de memoria para recordar sus poemas y manuscribirlos de nuevo, bien recordándolos, bien revisando posibles borradores. Lo cierto es que el propio Bécquer reseña de forma preliminar las Rimas como “Poesías que recuerdo del libro perdido”, por lo que todo hace pensar que en el camino de la transcripción de memoria de sus poemas, por vericuetos del olvido, debieron quedar no pocos o, al menos, algunos.

Mucho se puede especular al respecto y mucho ha teorizado la crítica, pues la figura de Bécquer y su material literario ha merecido, prácticamente desde después de su muerte, un incontable aluvión incesante de publicaciones y referencias hasta el día de hoy, donde ha habido de todo; aunque en este sentido la labor de los becqueristas ha sido decisiva para conocer mucho mejor la figura y la obra de unos de poetas ilustres de nuestra literatura; un poeta romántico tardío, como es considerado, sin grandes hazañas ni aventuras viajeras que contar, al contrario de como ocurría con sus coetáneos e inmediatamente anteriores colegas, pero con la gran proeza literaria de sus Rimas, piedra de toque imprescindible de la poesía desde el último tercio del siglo XIX hasta nuestros días.

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