viernes, 29 de junio de 2018

Platero y él (5 Poemas - V)



Platero y él


El murmullo de las hojas bañadas al son de la aurora.
La humedad desolada del húmedo aire coqueteante
entre hierba y hierba, entre rama y rama, ¡mañana!, ¿lloras?
Y un pájaro y su trinar y aleteo revoloteante
ante la hierba empapada del sudor de la noche (duerme,
cansada de guardar la luz del sol ya recién renacida).
Ya, poco a poco, da brillo a la oscura oliva escondida
tímidamente en el olivo, agarrado a la arrecida
tierra, que, inmensa, espera la suprema subida del sol.
Cielo limpio. Solo un rostro, un mujer en forma de nube.
En el suelo tendido Platero,
a su lado postrado su dios.
Hierbas de incienso a los pies del yacente;
velos de muerte que cubren recuerdos:
-Tien’asero…
¡Ni luna, ni plata, ni lanzas de ojos negros!
¡Ni blancura algodonada,
ni caricias a las flores …!
                        (No se enlutan sus colores,
                        pero el sol no las despierta).
¡Ni praderas recorridas por su trote,
ni praderas recorridas, hoy desiertas!

Y el olivo, techo de la escena,
cobija arrogante el dolor de un poeta;
cobija la tan aplacante brisa de muerte,
filtrando el aire, el aire podrido de entrañas resecas;
filtrando el meticuloso rayo de luz,
que traspasa entre huecos de ramas y hojas,
hasta llegar a la muerte en presencia.
Y la tímida oliva escondida
deja resbalar por su curva corporal
la imprescindible gotita brillante de aceite,
suficiente,
para la unción del animal.
Y un pájaro enluta su canto…
Y entre hierba y hierba
y entre rama y rama olor a muerte…
La tierra acoge absorta al huésped;
la musa abandona a su presa…
El aire suspende un verso:
            ¡Descansa, Platero!
El murmullo de las hojas
y un cielo limpio…
Solo una musa en forma de nube…

Chiclana, 1988  

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