Edén sin Eva
Sublime
es el universo
y
cómo lo empequeñece
con
sus manos
tintas
el Adán perverso
cuando
Eva palidece
por
mundanos
y
coléricos ultrajes
que
de un tajo ponen fin,
pronta
siega,
y
condena sin celajes
a
la flor de su jardín,
su
labriega.
Sublime
es la creación
y
cómo se autodestruye;
va
sesgando
el
hombre su condición
de
multiplicarse y huye
transitando
por
vereda solitaria
y
dejando en el arcén
malherida
esa
lumbre cavernaria
que
es el fuego del Edén
que
da vida.
Sublime
es la vida misma
y
cómo cambia su suerte
con
testigo.
Eva
pierde su carisma;
más
allá del cuerpo inerte
un
amigo,
-fue
su adjunto en los placeres
y
el enemigo errabundo,
craso
necio-,
brinda
al sol por las mujeres
como
el ombligo del mundo
con
desprecio.
Y
en tanta sublimación
-vida,
creación, universo-,
del
Edén,
parque
de la tentación,
Eva
es el Adán reverso.
(Con
desdén,
los
sagrados la afiliaron
con
el mal y la serpiente).
Dios
no olvida
tanto
que la maltrataron
siendo
tierra y la simiente
prometida.
Cádiz, 2010
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