Tan
diestro lo asió aquel lugareño…
Tan diestro lo asió aquel
lugareño sorteando goterones suicidas rezumados…;
con tal delicadeza y tal
prestancia lo condujo en baile breve
suave balanceo hasta
llevarlo a colisión contra las cinco
almohadillas dactilares
de sus presurosos
cinco siniestros dedos prestos
al juego del cerámico vaivén…,
columpió y retuvo arriba tal
que un brindis
ante el celeste imperio
estival del vespertino sol…,
y de tal manera jubilaba
su chorro cantarín y su
locuaz y refrescante aroma a cantarilla
en salto de un palmo casi o
más
cayendo como refrescante
música de alegre dádiva lluviosa
en campo de verano seco
sofocante
en dulce
cilíndrica y elástica cascada cristalina y
curva
complaciente
desde el pitón
que es
brote
(menos
seno que cipote
en
rigor
de la
carestía de un pezón…),
y en correcto desagüe por la
garganta
y sin permitirse salidas de
tono ni lujos de derrames
más que los precisos en el
quiebro del escampo…;
que un contemplativo
visitante espectador de la escena
sintió necesidad de sentir
toda la sed del mundo y de beber
de lugareña maña del
barro-manantial y
convencido
hizo alarde
agarrando el búcaro
de fuerza
sobrada y sobrado orgullo de
urbanita osado
y elevándolo al abismo del
éter supra-encefálico.
Por la boca del búcaro
volcado,
del
vértigo,
el agua mareada de su
vientre
fue empapador e inevitable
vómito.
Cádiz, 2010
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