jueves, 23 de mayo de 2019

Cádiz en manos de Kichi (Articulando es gerundio - XII)



Cádiz en manos de Kichi

No eran ni el mejor momento ni el mejor lugar, pero hace unos días Kichi y yo conversamos someramente sobre las municipales del próximo domingo. “Ahora cuando ganes las elecciones te propondré cosas”, le dije. “Necesitamos mayoría absoluta”, fue su contundente respuesta. Está claro que el sueño de todo político no es el de gobernar sino el de hacerlo con absolutos poderes para hacer y deshacer como considere oportuno. Pero el poder absoluto es un cuchillo afilado hasta el mango que puede hacer perder la mano, si no la cabeza, de quien lo tome para usarlo. Imagino que habrá manos adiestradas, a diestra y siniestra quiero decir, para tomarlo y darle un buen uso. Pero también imagino que serán las menos. Escasísimas.

La soberanía no radica en mí; pero una participación, como en la lotería, está conmigo. Digo que Kichi puede contar conmigo y con mi voto, que son dos cosas diferentes; y espero que él haga lo propio, esto es, contar con mi voto y conmigo. Y estoy convencido de que, con sus luces (las navideñas, por supuesto, no), y con sus sombras, Kichi es de las mejores cosas que le ha podido pasar a Cádiz desde el punto de vista de la municipalidad gaditana y de la soberanía popular. Y por eso puede contar con mi voto, reitero, y conmigo. Y decir que puede contar conmigo significa que aquí y ahora, por ejemplo, a cuatro días de los comicios, hago campaña con estas palabras mías para contribuir en la medida de mis mínimas y modestas posibilidades a que obtenga esa mayoría absoluta que no es que anhele sino que necesita.

Esto me supone un mal trago en lo personal. Y me explico: nunca me he posicionado a favor de las mayorías absolutas democráticas. Creo que son el germen de las peores barbaridades de abuso de poder porque no se ejecutan desde la fuerza y, como se las ve venir de frente, puedes enfrentarte (valga la redundancia semántica) a ellas con más o menos éxito; sino que vienen por la espalda, a traición y bajo el estandarte de la mentira y el engaño. Los políticos están obligados a, desde el diálogo, anteponer los intereses de la ciudadanía a sus intereses personales y partidistas. Pero viendo el panorama político actual –y de siempre; a qué dudarlo-, es mucho, excesivo, de muy iluso, pedir esta coherencia a personas que, gobernantes u opositores, acaban tirando para donde conviene a su bolsa.

Kichi lleva cuatro años de alcalde de Cádiz y pide seguir siéndolo cuatro años más. Solo cuatro. Luego quiere volver a las aulas, a su profesión docente. Pero quiere la alcaldía para hacer cosas que, entiende, Cádiz necesita según su posicionamiento político y su sensibilidad social y ciudadana, algo que no ha podido llevar a cabo hasta el momento por no contar con el suficiente respaldo en los plenos municipales y tener a las cotorras peperas dando por culo continuamente en debates que no han llevado a nada más que a obstaculizar políticas en favor de los gaditanos y las gaditanas. Porque no creo que Kichi quiera actuar en contra de los intereses de sus vecinos. Es persona honesta y honrada que se enfrenta a su propio partido y a sus propios ideales incluso. No sé si estos calificativos se pueden aplicar a muchos gobernantes gaditanos ni de cualquier geografía política. Y no es que conozca mucho a Kichi ni desde hace mucho tiempo; la primera vez que hablamos lo hicimos marchando junto a Sánchez Gordillo en su famosa marcha obrera en el 2012. Pero a Kichi se le ve venir de lejos y no es un sinvergüenza ni un delincuente.

Además, creo que merece la oportunidad del respaldo de los gaditanos. Teófila Martínez estuvo cinco mandatos, veinte años, y no recuerdo si tres o cuatro de ellos con mayoría absoluta y, además, en más de una ocasión, con un gobierno central de su partido. Hizo cosas, a qué negarlo; sería de necio y de sumamente desagradecido descalificar su constante e intenso trabajo por llevar adelante lo que se proponía en favor de la ciudad. Pero también es cierto que su sangre de política, sus genes, le hubieran llevado a la presidencia de la Junta o a tomar la cartera de algún ministerio si la ocasión hubiese sido propicia, que nunca lo fue porque los de su propio partido le dieron la espalda en todo momento (si no le hubieran dado la espalda, con su mayoría absoluta en Cádiz y gobernando veinte años podría haber hecho en esta ciudad virguerías, como decimos por aquí; y no las hizo).

Kichi no quiere estar veinte años. Ha estado cuatro y pagando el pato como pipiolo en política y en una alcaldía, con manos y pies casi atados gracias sobre todo al concurso socialista en el acuerdo de investidura y, encima, soportando las sandeces y despropósitos de Romaní y compañía. Ya me encantaría que otro buen amigo como Francisco Javier Ramírez Muñoz, alguien que me merece todo el respeto como persona por honesto y honrado y al que creo capaz de estar a la altura de Kichi y por supuesto por encima de cualquiera de los acompañantes de ambos en las listas, estuviera codo con codo los próximos cuatro años haciendo posible un proyecto de ciudad que no sea precisamente el del PSOE –los socialistas fueron los primeros demócratas en tener su oportunidad en la capital gaditana tras la dictadura; los echó la Teo y ella aprovechó y se quedó media eternidad-.

Kichi no es un déspota ni un ilustrado. Es un gaditano. Y encima carnavalero; ausente, pero carnavalero. Es decir, la sensibilidad por las cosas de su tierra y de su gente le sale por los poros. Por eso puede contar conmigo y con mi voto para gobernar en Cádiz los próximos cuatro años. Y si con este artículo he logrado convencer a alguien para que, además de ganar las elecciones, logre una mayoría holgada para hacer las cosas como él cree que se tienen que hacer, yo me sentiré satisfecho.

Yo solo espero dos cosas a cambio: la primera, que, como gaditano que soy, cuente conmigo (ni le doy pidiendo un puesto de trabajo ni favores personales ni nada que puedan imaginar los imbéciles de turno que no dan para más); y la segunda y más importante, que no abandone el sillón de San Juan de Dios sin salir un año con su comparsa. Porque ver a mi alcalde cantando en las tablas del Falla sería para mí uno de los gestos más hermosos de su mandato para con su ciudad y para con su fiesta. Y que no lo tuviera eso sí que no se lo perdonaría. Y que no me responda que eso es difícil, porque más difícil era echar a Teófila de la alcaldía y la echó. Y más difícil va a ser lograr la mayoría absoluta el próximo domingo y estoy convencido de que va a lograrla. Conmigo, ya digo, cuenta para ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario