miércoles, 2 de septiembre de 2020

Agua para Gustavo: 'Hamlet'



'Hamlet'

Intentar conocer a fondo las lecturas de Gustavo Adolfo Bécquer en su juventud y adolescencia resulta tan ilusorio como intentar descubrir qué abono recibió la vid del vino que uno se está tomando. Mucho se ha especulado al respecto como con todo lo relativo a nuestro poeta, máxime cuando se cree que su madrina, Manuela Monnehay, disponía de una extensa e interesante biblioteca a la que Gustavo tenía acceso, al parecer, y que si no devoró sí tuvo que dar cuenta de buena parte de ella.

De otra parte, tampoco hay que ser excesivamente lumbreras para adivinar a qué textos literarios tuvo acceso Bécquer y qué obras le marcaron. Y tal vez el más evidente de los ejemplos lo tengamos en el ‘Hamlet’ de William Shakespeare, cuya primera traducción al castellano se remonta a 1772 por obra y gracia de Ramón de la Cruz a partir de la traducción francesa de Jean-François Ducis en 1769, aunque inédita hasta el año 1900, según Emilio Cotarelo y Mori. Años más tarde, en 1798, Leandro Fernández de Moratín, aprovechando su estancia como embajador en Londres, realizó una traducción directamente del texto inglés y mucho más fiel que la anterior.

Siendo esto así y con la base de fondo de la fama de Shakespeare, siempre tan de moda, es lógico pensar que su ‘Hamlet’, como el resto de su producción dramática, estaba al alcance casi de cualquiera y, por supuesto, de Bécquer también, que quedó cautivado y sobrecogido, qué duda cabe, más que por su deliciosa trama, por el clima de misterio en torno a la muerte, ese más allá que fue tema fundamental en la obra del poeta sevillano.

Y tanto marcó esta obra a Gustavo que entre sus primeros escritos, entre los años 1848 y 1855, se embarca en una adaptación de la tragedia shakesperiana, también titulada ‘Hamlet’, acompañada de comentarios de la misma.

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