Tiene que saber el mundo entero (y parte del extranjero),
que la Plaza de las Flores de Cádiz es Plaza de Vida; así, con mayúsculas. La
esencia de Cádiz vaga en su entorno y se hace la remolona en ese céntrico lugar
en el que convergen muchos caminos de una ciudad que sí, que está viva aunque entre
unos cuantos estén matándola a disgustos. Pero incluso en la Plaza de la Vida
la muerte se da cita cuando nadie se lo espera. Esta vez ha sido un sintecho
solo dos años mayor que yo. Podría haber sido yo mismo en un momento de
abandono absoluto en la desesperación de una vida que es menos vida porque sin
trabajo y sin dinero vivir es poco más o menos que morir a sorbos de amargura día
sí y al otro también.
En la Plaza de las Flores de Cádiz, el olor a flores de
funerales no es propio. Es propia la vida. Aunque a veces las mismas flores se
marchiten por tan vergonzosas situaciones.
La próxima vez que escribas en estos términos, voy a tu casa y mando a hacer puñetas tu ordenador. Tu tienes un montón de amigos, amigos que yo apenas si puedo contar con los dedos de una mano, tienes una gran familia, tienes sabiduría, inteligencia, lo tienes todo…o al menos casi todo lo que yo no tengo ¿y ye vas a quejar encima? Te vas a quejar cuando yo te de un cosqui.
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