martes, 23 de abril de 2019

"Eskerrik asko"

“Eskerrik asko”. En unas cuantas ocasiones habré dejado salir esta expresión por mi boca, con más aire de anécdota que de otra índole por aquello de lo exótico del euskera para un andaluz de Cádiz como yo. Pero en esta ocasión que ahora refiero la anécdota quedaba bien al margen. Fueron mis palabras primeras, por emoción, por convicción y por deseo, para iniciar mi intervención en el encuentro con poetas navarros el pasado miércoles 17, en plena Semana Santa, en la Taberna Garazi, en la calle Calderería, en pleno corazón de Iruña (o Pamplona, que también se dice así).

Una semana antes contacté vía web con un colectivo de poetas navarros con la única intención de mantener un encuentro informal, un café o lo que fuera para compartir experiencias poéticas y poemas. La suerte me acompañó desde un primer momento y fue una joven poetisa que escribe en euskera, Matxalen Bezos, quien respondió a mi llamada invitándome a un encuentro de micrófono abierto con otros poetas navarros en la citada taberna. De antemano, todo resultaba emocionante.

Llegué a Pamplona la noche del martes antes y ya se sabe cómo suele ser de apretada la agenda cuando se está de viaje. En estas, me vi obligado a decidir entre pasar el miércoles en la siempre magnética selva de Irati con los míos o bien dejarme llevar por las calles de Pamplona para preparar en algún rincón mi encuentro poético previsto para las horas vespertinas. El hecho de haber podido compartir el día anterior una jornada de naturaleza norteña con mi compañera de caminos vitales, Ana, su hermano y anfitrión Ángel, mi alter ego pequeño y rubio Emir y su hermana Adara, río arriba hasta el nacedero del Urederra, me llevó a dejar Irati para otra ocasión más propicia de manera que pude tomarme los preparativos del encuentro poético con la tranquilidad que este tipo de acontecimientos merece.


Así fue pues que, mi bolsa de trabajo al hombro y mi libro juanmanual de supervivencia en mano, encontré rincones por Pamplona donde abstraerme un rato y llenarme un poco más de unas esencias de las que hacía ya más de veinticinco años no me deleitaba. Y en una de estas, en los jardines traseros de la catedral pamplonica, entre el Paseo del Redín y la Ronda Obispo Barbazán, entre jardines verdes y mesas de piedra, hojeé y ojeé mi juanmanual y elegí los poemas que consideré oportunos para la ocasión.

Estos jardines que parecen concebidos para el descanso en las horas de siesta me sirvieron para coincidir con varios jóvenes que canturreaban a guitarra composiciones propias y otras conocidas. Venían de Barcelona y a ellos dediqué el recitado de varios poemas, con lo que gané algo de dicción para el postrer evento poético en una jornada tan silenciosa como suelen ser las jornadas de reflexión y paseo en soledad cuando la poesía marca el ritmo de los pasos, se esté por donde se esté, se vaya por donde se vaya e, incluso, se esté con quien se esté. Con ellos rompí mi silencio y con ellos compartí también algunas canciones, cervezas y vino. Y ellos se quedaron precisamente uno de los ejemplares de mi juanmanual que llevaba para repartir entre mis colegas poetas del encuentro de luego.

Y entre paseos, rincones, versos nuevos nacientes y demás, como siempre suele ocurrirme, el reloj atravesó mi tiempo y la hora se me vino encima y ya no me quedaba más que poner rumbo a la calle Calderería para conocer personalmente a Matxalen y compartir con ella un café previo al acto, que al final fueron tres. Los cafés, me refiero. Matxalen me esperaba ya a las puertas del Garazi. Facebook y WhatsApp le pusieron cara desde días antes, pero a su encantadora personalidad de chica poeta de Bermeo residente en Iruña solo se podía acceder de manera personal.

Ya en la Taberna Garazi, conocí a Drako y su percusión, liado con las pruebas de sonido; a Santi Busto y su guitarra, una acústica de caja curvada y un precioso rojo de aspecto; y a Amaia Lasheras, con su chistera tuneada y dispuesta a recitar sus cosas. Y al poco fueron llegando más poetas navarros con los que tuve ocasión de departir antes del comienzo del acto.

Y cuando llegó la hora de los versos también llegó la hora de las emociones. Nadie me conocía. Solo sabían de oídas y por Matxalen que llegaba desde Cádiz un poeta con sus escritos para participar en el Miércoles Sospechoso organizado por Son Tal para Cual. Varios de los poetas participantes me dedicaron algunos de sus poemas. Matxalen, incluso, que escribe en euskera, tenía preparado el recitado de sus poemas en castellano; le pedí que no, que recitara en su lengua de expresión y por fortuna me hizo caso. Y ya todo fue un deshacerme en lágrimas casi sin parar. No sé qué hubiera sido de mí y de mis emociones si no se hubiera programado un breve intermedio a modo de descanso que me permitió huir a la calle y enjugar en las mangas de mi camiseta negra mocos y lluvia ocular, en tanto que Matxalen me buscaba por todos sitios, enviándome mensajes porque no me veía. Incluso mis nuevos colegas catalanes, que se habían acercado al acto, intentaron animarme sorprendidos porque yo apenas podía vocalizar palabra alguna. Son cosas que ocurren, cosas del directo, cosas de la poesía que nunca me habían pasado antes en no sé cuántos años dedicados a estos menesteres.

Como pude me repuse y de nuevo me encontré dentro de la taberna de las emociones preparado para seguir deleitándome con los poemas de mis colegas navarros. Y llegó mi turno. “¡Juanma! -dijo Amaia-, te toca”. Y en un tris, juanmanual en mano, subí al escenario y pronuncié mis primeras palabras: “Eskerrik asko”. Expresé mi emoción del momento, contuve nuevas emociones aflorando y fui dejando poemas uno tras otro usurpando tiempo y espacio hasta que Amaia me invitó amablemente a dejarlo ya casi arrastrándome fuera del estrado. Lo merecía. Y eso sin cantar un solo poema, porque si Santi llega a prestarme su guitarra…



Eso fue todo. Y todo fue eso. Más que suficiente para salir del Garazi aquella tarde y, dos días después, de Iruña, lleno, pletórico de sensaciones. Y ojalá algún día pueda devolver tanto como aquella tarde aquellos poetas navarros que me abrieron las puertas de su espectáculo y de su corazón me dieron. Quedo en deuda y espero pagar con creces. Y por todo ello no me queda más que decir, una y otra vez y las que hagan falta, ¡eskerrik asko! Y, por supuesto, ¡zuzeneco poesia!



2 comentarios:

  1. Un placer Juan Manuel. La próxima hacemos una con la guitarra. Saludos.

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  2. Siempre serás bienvenido a Iruña. Una gran alegría leer tus emociones, que hayas disfrutado de este rincón poético y de sus habitantes. Versos y abrazos. Silvia

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